La investigación sobre los efectos de los videojuegos es un lío tremendo. Siento ser tan directo, pero es así. Por un lado, hay pruebas de que los videojuegos pueden mejorar las habilidades cognitivas y emocionales de los jóvenes (y no tan jóvenes). Por el otro, hay numerosos estudios que los vinculan con problemas conductuales, violencia y un mayor riesgo de desarrollar adicciones.
La batalla entre los que piensan que los videojuegos son el mal hecho
bits y los que consideran que son algo bueno se remonta a la
popularización de los primeros juegos en los setenta. Aunque, como
siempre, hay posiciones intermedias: un equipo de investigadores del Ciberesp sostiene que la clave no es si jugamos o no jugamos a los videojuegos, sino cómo lo hacemos y, sobre todo, en cuánto jugamos.
Los videojuegos están invadiendo todo, ¿nos arrepentiremos?
No es un tema inocente. Y no solo porque la industria de los videojuegos mueva más de 90 mil millones de dólares y haya protagonizado uno de los fenómenos culturales del año. Es que las escuelas de todo el mundo están cambiado progresivamente para convertir el vídeo, la realidad virtual y los videojuegos en los nuevos libros de texto. Como dice Juan Ramón Barrada,
profesor de psicología de la Universidad de Zaragoza, "apenas hay datos
que indiquen que así se aprende más: el problema es de modos docentes y
no de medios docentes".
Y si descartamos sus beneficios docentes, ¿qué nos queda del cada vez
más popular uso de los videojuegos? ¿Es posible que hasta desde los
colegios estemos promocionando el uso de cosas objetivamente peligrosas
para los jóvenes? Para estudiarlo, el equipo del Centro de Investigación Biomédica en Red estudió a 2.442 niños en edad escolar. La idea era analizar la relación real entre el uso semanal de videojuegos y distintos efectos (tanto positivos como negativos) que se han ido asociando durante los últimos 30 ó 40 años.
Jugar, pero no demasiado
Los resultados son que, efectivamente, jugar a videojuegos parece asociado a una mejor coordinación motora, una mayor rapidez mental y de procesamiento de la información,
y mejor memoria de trabajo, atención y motivación. Además, los
jugadores no presentaban problemas conductuales comparados con los no
jugadores. Si jugaban poco, al menos.
El hallazgo más interesante de este estudio es que, como preveían los
investigadores, cierto tiempo semanal dedicado a los videojuegos es
bueno. Los beneficios cognitivos y académicos aparecían cuando se le
dedicaba apenas una o dos horas al juego. Pero en los niños que dedicaban más de nueve horas, los investigadores observaron problemas conductuales, falta de habilidades sociales y trastornos del sueño.
¿Causa o señal de alarma?
Es importante tener en cuenta que este estudio no nos habla de causas.
Es decir, no nos dice que jugar demasiadas horas a videojuegos produzca
estos u otros problemas. Mientras tenemos teorías que explican la
mejora cognitiva y académica, los científicos tienen problemas para
encontrar mecanismos de acción que expliquen cómo los videojuegos causan el comportamiento antisocial (+).
Es más, por lo que sabemos, es probable que, al menos en parte, los
videojuegos actúen como 'refugio' para niños que ya tienen problemas
sociales: un refugio que puede ser una bendición o puede ser una trampa
dependiendo de cómo se gestione. Por eso, aunque no hay investigaciones
de este tipo sobre adultos, los investigadores apuntan a que el abuso de videojuegos puede ser un indicador de problemas subyacentes. Sobre todo, cuando ese abuso supone un problema en otros ámbitos de nuestra vida.
Sea como sea, está claro que necesitamos investigar, reflexionar y experimentar más profundamente si queremos sacarle el máximo potencial a las herramientas que nos ha traído el (ya no tan) nuevo mundo digital.
Imágenes | Wikipedia, Casey Fleser, Radly J Phoenix
La noticia
Cuántas horas deberían jugar los niños (y los no tan niños) con videojuegos, según la ciencia
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Javier Jiménez
.
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